Yo estaba allí

Menos mal que aún nos queda la escritura para contar las cosas que no nos atrevemos a decir en voz alta

Lu
4 min readFeb 2, 2023

Tal vez, contra todo pronóstico, sea la chica más guay de este autobús. Pero tú nunca lo sabrás, porque siempre te dio demasiado miedo decirme lo interesante que era, lo guapa que estaba y la cantidad de cosas que sabía. Me ha costado mucho entender que nada de lo que ocurrió fue culpa mía. No he ido al psicólogo (aunque mis amigas me dicen que debería y yo debería hacerles caso) pero me he cortado el pelo unas diez veces, me he teñido un par y he conocido a mucha gente. A ti nunca te gustó que hiciera nada de esto, puede que por eso me mantuvieras en tu cama todas las tardes que me escapaba de casa entre semana para ir a verte. Realmente a ti nunca te gusté yo. Pero yo era una niña (y tú también) y yo llegué a creerme que nadie me iba a amar nunca porque tú y tus malditos amigos me convencisteis de ello. Un día en clase tu gran amigo me dijo que yo no llegaría a ser nada en la vida y a los meses siguientes tú me lo volviste a recordar. También me dejaste claro que eras tu quien mandaba cuando no quería acostarme contigo y tu solo me quitabas las bragas y empujabas mi cabeza hacia abajo. Nunca dije nada. Quién coño te va a creer. Eres una mentirosa. Eso no fue así.

And you call me up again just to break me like a promise / So casually cruel in the name of being honest/ I’m a crumpled up piece of paper lying here/ ’Cause I remember it all too well

Pero yo estaba allí. Cuando tu amigo me encerró en una habitación contigo para que tú, por fin, pudieras convertirte en lo que no has conseguido ser nunca: un hombre. Cuando me insultaste por primera vez y lo acepté sin rechistar porque pensaba que eran tus celos los que hablaban. Cuando me alejé de mis amigos porque también eran los tuyos y te los estaba robando. Estuve allí, junto con el resto de la clase, cuando me empujaste y gritaste delante de todos. Curioso que los profesores sólo hablasen conmigo. Curioso que a los dos días todo el mundo se había olvidado de mí. Yo estaba allí, aunque durante años olvidé que lo había hecho porque recordar lo que me hiciste era recordar que yo no hice nada por evitarlo, recordar que la niña que se suponía que debería haber sido nunca existió. ¿Quién me devuelve a mí esa infancia? Al menos puedo mantener el rencor de los recuerdos, puedo contarles a mis amigas lo que me hiciste, con pelos, señales y hasta con mi propia sangre. Al menos puedo escribir sobre ello.

Narré también las historias que tenía reservadas porque intuía que hacerlas públicas era un punto de no retorno. Las había estado guardando no fuera a ser que un día volviéramos y a todo el mundo le cayera mal – Leonera para Público

Me encantaría decir que lo que me hiciste no me afectó, que por mucho empeño que le pusiste no conseguiste acabar conmigo, pero sería mentira. Admito que me gustaría mucho decirte: mira lo que he hecho con mi dolor y enseñarte todas las páginas que he llenado de auténtica mierda, porque eso es lo que me hiciste, una mierda, una mierda enorme, una guarrada, una putada… Pero ni siquiera esas páginas me ayudan a que duela menos, a olvidarlo todo. Ojalá mi literatura no estuviera llena de tanto rencor y tanta mierda, de verdad que tengo cosas muy bonitas en mi vida por las que estar agradecida, pero cuando quiero escribir sobre ellas, siempre están manchadas de tu puta suciedad. Y acabo escribiendo lo mismo. Mi dolor se ha convertido en un cajón en el que todo cabe, excepto la palabra en la que todos piensan cuando cuento las cosas tan feas de las que estabas hecho. Sé que lo fue porque estuve allí.

A mamá nunca le gustaste, debí haberle hecho caso porque ella jamás se equivoca. Incluso tú le escribiste una carta para decirle que me querías mucho… No engañabas a nadie que no fuese como tú. Incluso me pediste perdón y me dijiste que querías que fuésemos amigos, como si eso fuese a curarme de toda la violencia previa. Pero ahora estoy bien, aunque aún estoy aprendiendo a que el sexo no es obligación, a no asustarme cuando alguien levanta la voz o cuando hace algún movimiento brusco. Algunas veces todavía lloro cuando me tocan o cuando me hablan con amor y tú tienes la culpa.

Mis amigas dicen que no tengo maldad, pero espero que Dios sepa castigarte todo lo que yo no puedo hacer. Mientras tanto yo seguiré sin saber qué hacer con este dolor que me ataca algunas veces y con esta indignación cada vez que leo a alguna chica que ha vivido lo mismo que yo. Menos mal que aún nos queda la escritura para contar las cosas que no nos atrevemos a decir en voz alta, un espacio que ningún hijo de puta podrá ocupar jamás. Menos mal que aún podemos encontrarnos en las palabras.

--

--