la Literatura es una mancha

‘Mi rabia es solo mía y tengo derecho a hacer con ella lo que me dé la gana’. Me lo repito una y otra vez para convencerme de que no soy una mala persona

Lu
5 min readJan 11, 2023
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Ya no se escribir poesía y creo que he perdido una parte de mí. A veces se refieren a mí como la poeta, pero esa ya no soy yo. Yo ya no sé escribir. O por lo menos no sé escribir de esa manera en la que antes lo hacía. Ahora las palabras son un vómito: las suelto de golpe, de carrerilla como la lección de conocimiento del medio, como los ríos de España, de corrido y sin puntos ni comas ni pausas. Me ahogo. Ya no tengo tiempo ni para separar los espacios, para buscar las palabras, para saberme una chica interesante que hace de su dolor algo bello. Ahora solamente escupo lo que me duele como si me quemara el estómago.

«¿Escribes todo lo que te pasa?» Sí. «¿Y no crees que es demasiado personal?» Me da igual. Podría destruir a toda mi familia si tuviera la certeza de que la Literatura me va a salvar. Pero aún no me ha rescatado y, a estas alturas, ya no creo que lo haga. Pero sigo escribiendo sobre la infancia. Mejor dicho, sigo escribiendo sobre mi infancia. Sobre mis dolores, mis momentos de enfermedad, sobre que creo estar volviéndome completamente loca. Nadie me cree porque a todos nos contaron que lo que leíamos en los libros era mentira. Algunas personas me preguntan qué tal estoy después de leerme. Yo solo respondo que bien, pero no siento vergüenza ni pánico ni arrepentimiento. Les he dejado entrar y no puedo culparlos de haber mirado este accidente en el que se han convertido mis textos.

‘La muerte del Autor’ de Roland Barthes

En una fiesta le conté a S que había escrito algo cruel sobre un chico. Pero ni siquiera ahí me arrepentí de haberlo hecho, aunque estuviera llorando y muriéndome por dentro de la rabia. Me asusta pensar que sería capaz de contarlo Todo si alguien, al acabar, me dijera «qué bien escribes». Mi reino por tres palabras. Al fin y al cabo, nadie me creería. No, mejor. Nadie me tomaría en serio. Al fin y al cabo, esto solo es literatura. Si de verdad estuviera sufriendo, no lo dejaría por escrito para que todo el mundo lo viera. Mi sufrimiento no es real porque está impreso en papel. Mi dolor no es de verdad porque no me lo puedo guardar dentro. Todo el mundo lo toca, lo mira y lo hace suyo como hicieron con Marina Abramovich en aquella performance de la que aún habla la gente. Sí, sí, aquella en la que todo se fue de las manos. Una vez que lo muestro, deja de pertenecerme.

No siento vergüenza ni asco. Ni siquiera pudor al contar que el amigo de un chico con el que estuve me amenazó con denunciarme por exponer que yo no lo había pasado bien en esa relación. Al hablar de que siempre he querido ser como las demás chicas pero que la percepción que tengo de mi propio cuerpo me dice que yo no puedo. No me asquea dejar por escrito que he sido desgraciada con la mayoría de hombres con los que me he acostado. Que solo un par intentó no hacerme daño, y aún así me lo hizo. No me duele escribir que yo he abandonado a amigas, que no he querido a muchos amantes, que he gritado a mi madre más de lo que se merece, que he dejado amores por mensaje porque no sé dar la cara. Presuntamente, algunas de estas cosas son mentira. Presuntamente, soy una embustera.

‘Estaré sola y sin fiesta’ de Sara Barquinero

‘Mi rabia es solo mía y tengo derecho a hacer con ella lo que me dé la gana’. Me lo repito una y otra vez para convencerme de que no soy una mala persona. Mamá solo soy Artista. Decir eso sí que me da vergüenza. Hay palabras que han perdido completamente su significado en favor de la ironía. Podría decir Mamá, soy un chiste y sonaría más creíble. Ni siquiera puedo decir que soy poeta, porque me he olvidado de separar las palabras y de llorar.

N me ha dicho que soy su musa pero que esa figura no es justa para la otra parte. Yo no sé ser solo objeto y aún así me conformo cuando me dicen Tienes Mucho Talento. Lo que tengo son las manos sucias de tanto escribir sobre mi maldita vida. Pero es que si dejo de hacerlo, qué me queda?? De qué hablo?? Creo ciegamente en Dios. También creo ciegamente que Dios dejó de escucharme hace mucho tiempo, cuando solo le pedía ser Guapa o triunfar en la Literatura. Ahora lo ensucio todo: mi cara, mis labios, los papeles, las notas del teléfono, los recuerdos… La primera vez que me besaron pensé: voy a escribir sobre esto. Lo hice y todo se ensució. Mi vida es mucho más interesante a través de las palabras. Me gustaría conocer a la persona que escribe estas líneas. Ella no tiene miedo de ensuciarse la ropa ni revolcarse por el barro ni equivocarse al poner un punto de más.

El fin de la Escritura me pillará confesada y vacía. Ya no tengo más que contar y sigo hablando porque los recuerdos son un caldero lleno de agua que lleva años sin vaciarse. Me mojaré el pelo con ella y me haré un trenza para que nada de lo que he vivido, aunque ya no exista, se escape. He perdido la poesía, la vergüenza y el pudor pero sigo viva. Al final era la obra quien moría y no el autor.

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