el pueblo

a mí me gusta mi pueblo porque es el único sitio en el que puedo ser una niña a ojos de un mundo que me devuelve, al fin, una mirada amable.

Lu
4 min readAug 23, 2022

‘en el pueblo el tiempo pasa diferente’. es lo que le digo a N mientras desayunamos en silencio en el cabañón en el que jugaba de niña, mientras güelita cocinaba tortilla de patata las noches de verano que nos quedábamos a cenar. hace dos años que no vengo al pueblo y siempre me pasa lo mismo: nunca lo echo de menos hasta que paso unos días en él.

cuando era niña no me gustaba nada este sitio en el que diez casas, una ermita y un camino de piedra se convertían en un lugar en el que la gente vivía todos los días del año. cada domingo venía de visita con la cara larga, los brazos cruzados y el corazón triste porque no podía quedarme a jugar con mis amigas. pero al irme era diferente. el cansancio de correr por el camino, de jugar en el huerto o de recibir los besos de las señoras que me decían lo mucho que había crecido hacía que me durmiese en el coche sin mayor preocupación. en verano era diferente, me gustaba más venir porque anochecía más tarde y a la vuelta aún parecía que podía disfrutar de lo que quedaba de día. la primera vez que vine después de tantos años creí que me echaría a llorar en cualquier momento al ver la ilusión de mis amigos. ‘soy afortunada por poder tener este lugar’, pensé. creo que ahí empecé a reconciliarme un poco con el pueblo.

dos años después he vuelto. esta vez N ha venido conmigo y aunque la casa esté igual que la última vez, todo es distinto. hay vecinos nuevos, más perros, más gente, incluso la casa parece que está más limpia. pero el silencio es el mismo, porque los pueblos tienen su ausencia de ruido particular, que no se parece en nada a la de las ciudades. fregar, cocinar, comer, dormir la siesta… todo pasa de forma diferente en el pueblo. como si lo cotidiano se volviese algo completamente nuevo. como si nunca antes hubiese hecho nada de eso y lo aprendiese por primera vez. pero aunque el pueblo tiene su propio tiempo, no significa que no pase. lo noto en las arrugas de las vecinas, en sus manos más rotas y en su voz más apagada. a ellas no puedo hablarles de su condición de mujer o de la explotación laboral o del deseo o de dejarlo todo y salir corriendo, porque ¿qué les voy a contar que ya no sepan? ‘lo que hace que no te veo, si te encuentro por ahí no te conozco’ me dicen todas. supongo que para ellas el reloj sí que corre de forma diferente a la mía. me acuerdo de güelita y pienso en que si me viera ahora, tan contenta, pensaría que no soy la misma persona que se enfadaba cuando tocaba venir. entonces me miro al espejo y caigo en la cuenta de que ni siquiera me he maquillado y que me he quemado un poco la cara. pienso que en el pueblo esas cosas no hacen falta y que tal vez por eso ahora me guste estar aquí: porque no le debo más belleza que la que acarrea la juventud a nadie.

Leonera escribía hace poco para Publico:

Me gusta porque es de los pocos sitios en los que siento que no tengo por qué hacer nada más que estar. Esto es un alivio en un mundo en el que el hecho de llanamente existir nos hace sentir insuficientes.

a mí me gusta mi pueblo porque es el único sitio en el que puedo ser una niña. ‘es como reconciliarme con mi niña interior’ le digo a N mientras mira las trenzas que me he hecho y me dice que estoy muy guapa. hacía años que no me trenzaba el pelo así y al mirarme al espejo me descubro pequeña, inocente y tan fuerte que sería capaz de todo. pienso en lo mucho que desconocía que la felicidad pudiera traer esta fortaleza tan repentina porque siempre que me he sentido feliz también he sido vulnerable. supongo que es lo que tiene el pueblo, que te hace ser capaz de todo porque nada importante realmente en este sitio. nada más que hacerse trenzas, vestirse con colores claros, quemarse la piel, estar en silencio, beber café, comer uvas, pasear de la mano, quererse… eso es realmente un pueblo. nada más que un lugar en el que recordar es seguro, en el que puedo permitirme ser una niña a ojos de un mundo que me devuelve, al fin, una mirada amable.

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