El fin del Amor

Cuando se pierde una amistad o un amor y después de mucho tiempo os volvéis a encontrar, parece como si todas las palabras estuviesen vacías.

Lu
4 min readNov 13, 2022
All too well: the sort film (2021)

Nadie está preparado para el fin del amor, sea del tipo que sea. Imagino que es por lo que siempre cuesta tanto entender que aquellos espacios que antes eran ocupados por dos personas, ahora solo los intenta llenar una, haciendo que se vuelvan inmensos. Nadie está preparado para el final del amor, porque aunque nos neguemos a ello, aunque nos sepamos de memoria la teoría de la falacia de la media naranja y el ‘vivieron felices y comieron perdices’, siempre albergamos dentro la esperanza de que acabe siendo verdad lo que algunos cuentan. El hecho de que el amor se acabe es una toma de conciencia, una herida a nuestra niña interior, que nos dice recuerda que otra vez nos hemos equivocado.

El amor puede acabarse de muchas formas. Entender su final únicamente como una ruptura es un error que solo nos lleva al autoengaño, a preguntarnos: ‘¿por qué me duele esto, si hace años que no estamos juntos?’ y no obtener respuesta. En ese silencio, en el vacío de ese sentimiento de no saber qué es lo que pasa, es donde se encuentra verdaderamente el dolor. El amor también puede acabarse varias veces, primero con la amistad, luego con la ruptura y después con la pérdida, otra vez, de ese nuevo lenguaje que se construye en el caso de que la relación haya terminado de manera amistosa. Nunca se vuelve a hablar de la misma manera con una persona con la que has estado implicada amorosamente. Es como si algunas palabras estuviesen cargadas de significado, como si tan solo pronunciarlas supusiera una muerte inminente. Algunos temas también empiezan a pasar desapercibidos, se sortean y se camina sobre ellos de puntillas, con cuidado de no herir al receptor, siempre con una delicadeza extrema que roza lo infantil. Es como si parte del lenguaje se rompiera junto con el amor, como si ninguna palabra del diccionario tuviera verdaderamente sentido, pero el silencio tampoco fuera efectivo.

Creo que existe un momento fundacional en la historia de una ausencia. Nunca se nota más una pérdida que en el instante en el que, por azar, encuentras el regalo perfecto para una persona y al segundo, a la euforia de encontrar algo preciado, se sobreviene la enorme pena de reparar en que ya no se cuenta con la persona a la que dárselo — Leonera para Público

Cuando se pierde una amistad o un amor, y después de mucho tiempo os volvéis a encontrar, parece como si todas las palabras estuviesen vacías. Nada parece importar, nada parece ser lo suficientemente magnífico, lo suficientemente impresionante como lo era antes, incluso la alegría parece estar cubierta por un velo que te recuerda que, aunque os llevéis bien, nunca volveréis a poner el mismo tono en la voz ni volveréis a hablar desde la misma distancia, porque esta se ha vuelto más grande. El fin del amor nos convierte a cada uno en conocidos, de esa gente de la que hablas en pasado y recuerdas que solíais salir los domingos a merendar o que en verano frecuentabais esa misma playa en la que ahora te encuentras con otra gente.

Las personas ajenas a lo que solíais ser, que ahora ocupan un nuevo espacio y desplazan ese pasado a un rinconcito pequeño del corazón, son la representación del final del amor. Una vez que nos acostumbramos a la pérdida del lenguaje común y que encontramos nuevas maneras de comunicarnos con el resto de gente, una vez que parece que ya nos hemos curado de ese desamor, descubrimos que la otra persona ha hecho lo mismo y vuelve todo a romperse de nuevo. El fin del amor nos vuelve, en ocasiones, malas personas. Y es que da igual lo mucho que hayas querido a alguien, da igual que ahora os una la amistad, da igual que desde que el amor terminó no os hayáis vuelto a ver… porque en el momento en el que una descubre que la otra persona ha construido algo nuevo con alguien más, lo único que deseamos es que se rompa. No me atrevería a llamarlo celos, sino pena. El dolor es capaz de convertir todos nuestros deseos en una única cosa: venganza. Entonces queremos que la otra persona llore como nosotras lo hemos hecho (aunque tal vez lo haya hecho) y que nos eche de menos y que se arrepienta de las cosas que hizo mal y que… El fin del amor nos vuelve completamente egoístas e inseguras. Nadie está preparada para que se acabe, nadie cuenta nunca con ello, por eso cuando ocurre sentimos la frustración y la ira más fuertes que nunca, como si jamás hubiésemos sabido lo que era hasta entonces. Aunque luego se pasa porque te convences a ti misma que es eso o morirse de la pena.

Personalmente, me ha costado mucho entender que algunos de mis pensamientos no definen lo que realmente soy. Yo le he deseado el mayor de los dolores a algunas personas con las que perdí el lenguaje al enterarme de que ellas mismas habían construido un nuevo vocabulario con otras que no eran yo. Yo misma he querido que llorasen, que se pasasen la noche sin dormir, que no volvieran a querer nunca más… Pero sé que no hubiese servido de nada, porque desear el dolor al resto no cambiaría el mío propio. Tampoco yo estoy preparada para el final del amor, aunque gracias a él me haya librado de la infelicidad más extrema algunas veces. Imagino que nadie nunca estará lo suficientemente preparado para todo aquello que implique dolor.

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