Bad Bunny contra la poesía de la experiencia

Al hombre artista la sentimentalidad solo se le justifica si esta va acompañada de dos cosas: un nombre bajo el que poder decir “no, esto forma parte de mi personaje” si alguien se atreve a echársela en cara y el éxito

Lu
5 min readJun 7, 2022
Portada del álbum Un verano sin ti (2022)

Hablar de las experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida, y de lo que compartimos con la gente que nos rodea en nuestro día a día, es una cualidad innata. El arte se ha hecho eco de ello desde los comienzos: poemas, canciones, cuadros, fotografías… incluso películas, pero ¿qué ocurre cuando la experiencia se hace arte? ¿Se vuelve algo falso? Si es así, ¿hace que sea lícito cantarle canciones a tus ex mientras llevas años en una relación?

En los años 80 nace en la literatura española un fenómeno llamado “poesía de la experiencia” por el cual los autores dejaban de lado la compostura para crear un personaje que expresara cualquier sentimiento sin sentirse culpables de su dolor. Y es que ya lo sabemos, la vulnerabilidad asusta, especialmente si todo el mundo tiene acceso a ella. Mediante este yo poético, que ya nada tenía que ver con aquellas voces que no se distinguían de los autores (porque esto era un privilegio que pocos podían tener), el autor se desligaba de sí mismo para volver un mero actor. Alguien que pudiera hablar de su experiencia –sentimientos– con la seguridad de que nadie iba a darse cuenta de que de lo que realmente hablaban era tan cierto como el papel que tocaban.

Yo siempre he sido partidaria de que el arte y la vulnerabilidad van de la mano. Yo misma no concibo uno sin el otro y hasta yo he desarrollado un alter-ego cuando escribo sobre lo que me duele, lo que siento, lo que amo… que no es otra cosa que una pequeña parte de las muchas de las que estoy hecha. Pero llega Bad Bunny con su nuevo disco, Un verano sin ti (2022) y todo se vuelve confuso y extraño.

Y es que sí, ya sabemos que dedicarle canciones a los ex es casi un canon, un patrón, que todas las generaciones han seguido durante, al menos, una vez. Es un clásico cantarle al despecho, al desamor, al dolor… pero Bad Bunny (que no deja de ser un personaje creado por Benito Antonio Martínez) decide cantar a otra cosa: sus exs. Así tal cual. Sin metáforas, sin resentimientos, sin penas. Y no hay nada de malo en ello, si no fuera porque él mismo ha confesado en reiteradas ocasiones su amor por su novia, con la que mantiene una larga relación desde hace años. Esta primera premisa ya choca con la concepción del amor que muchos de nosotros, y me incluyo, tenemos. No es que tengas que llevarte mal con tus ex, de hecho yo considero amigos a la mayoría y a muchos les he dedicado poemas, pero de ahí a decir –cantar– que tienes muchas novias y que te las quieres llevar a todas a un VIP, hay una linea enorme.

El disco, que salió hace aproximadamente un mes, se compone de 23 canciones en las que el artista habla prácticamente de lo mismo: mujeres, fiesta y verano. Algo que contrasta bastante con el título, dado que la mayoría de canciones tienen un ritmo bailable, básicamente a lo que nos tiene acostumbrados. En un primer momento se podría pensar que es el género el que condiciona la temática de sus canciones y no sería arriesgado planteárselo, ya que la cultura latinoamericana es muy diferente en algunos aspectos a las demás. Así lo expresa Mafe Moscoso en (h)amor roto

El despecho latino es, desde esta perspectiva, un modo de sentimentalidad exagerada, precipitada y excesiva que no solo no tiene cabida en el régimen amatorio colonial, sino que, además […] es un enorme campo fértil de generación de sentimentalidades periféricas y peligrosas.

Sin embargo, quedarse únicamente en esto sería quedarse en la superficie pues si comparamos las letras de este último disco con las de El último tour del mundo (2021) donde hablaba de comprarle un Ferrari a su novia, poco tienen que ver. Podría pensarse que Bad Bunny, al igual que C.Tangana o que cualquier poeta de la experiencia como García Montero es un mero “actor” que interpreta el papel que él mismo se ha creado. Y es cierto, ¿pero no hay en toda ficción algo de realidad? Si no la historia no hay quien se la crea. El dilema está en qué es lo que escogemos, como espectadores, como verdad. Preguntarnos si a su novia le molestará o no de lo que hable no es relevante, pues solo ellos saben las condiciones (que palabra tan fea para el amor) de su relación. Lo que debemos preguntarnos es ¿por qué esconderse?

Me sorprende y a la vez no que sean más los artistas hombres los que se escondan detrás de un nombre, un personaje, para hablar de sentimientos. La sentimentalidad siempre se nos ha dejado a las mujeres como una cualidad innata y poco llamativa que era esperable que practicáramos. Sin embargo, al hombre artista la sentimentalidad solo se le justifica si esta va acompañada de dos cosas: un nombre bajo el que poder decir “no, esto forma parte de mi personaje” si alguien se atreve a echársela en cara y el éxito. Si ser vulnerable da dinero, entonces no está tan mal visto. Qué tristeza. Yo pienso en la de veces que le habré escrito a algún chico un poema, una carta, un mensaje que nunca llegué a enviar, cargado de sentimiento y en cómo nunca nadie se sorprendía que lo hiciera. Y pienso en la de veces que un chico me ha escrito cuatro palabras bonitas y en cómo se me llenaban los ojos de admiración y en que casi me faltaba agredecerle que me llamara “amor” en vez de “guapa” y que me dijera que tenía ganas de verme.

Me enfada profundamente el mundo. Incluso cuando estoy bailando Callaíta Party o Tití me preguntó y de pronto siento ese pinchazo que me dice: los hombres que te han dicho algo bonito son farsantes porque pueden permitirse ser sensibles pero solo durante un tiempo, solo con un fin. Y recuerdo lo que dijo Benito: No hay mujer sin herida, ni hombre que no mienta y todo me parece más real, aunque tal vez no lo sea, porque él mismo reconoce lo que ya escribió García Montero: Ya sé que otros poetas / se visten de poeta / […] será que tienen alma. / Yo me conformo con tenerte a ti/ y con tener conciencia. Puede que al final se trate de eso, de conciencia, de saber que de lo que vas a hablar va a tener un impacto. De estar seguro de que alguien te escucha, aunque no tengas nada que decir.

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